Bienvenido a mi blog

¡Hola bloggers! Soy una chica normal la cual a creado este blog para enseñaros mis novelas. Quiero enseñaros mis creaciones porque soy una amante de los libros, me hacen volar y viajar hacia miles de historias y quiero intentar trasmitir esa pequeña felicidad a otros lectores.
Subiré mi primera novela llamada <>, la cual espero que os guste. En los comentarios podreis hacer criticas y opiniones libres. También hare encuestas en las que podeis participar anonimamente.

Despues de decir esto, quiero añadir que me encantaria cumplir mi sueño de conseguir escribir un libro el cual pueda ser publicado, y me encantaria conseguirlo gracias a vuestro apoyo. Para ello necesito vuestra sincera opinión sobre lo que escribo, porque odio que me digan que algo esta bien si no es así.

Gracias por visitar mi blog.

Premios conseguidos

Tercer puesto en el concurso de relatos de (Marina Escritora, La mente magica)
 El atardecer acariciaba con su calor el rojo bosque de otoño. A Lily siempre le ha gustado esa estación, ya que su trabajo en ese mismo momento trataba de ello. Le relajaba el piar de los pájaros, el sonido del rio y la sensación de sus pies desnudos crujiendo con las hojas marchitas a su paso. Su melena castaña al viento ondeaba como las olas del mar en un día de tormenta. De sus picudas orejas colgaban unos pendientes de cascara de bellota, su pelo decorado con hojas secas y rojizas la hacía ser distintas a las demás. Su collar de enredaderas hacia conjunto con su vestido de hojas de roble y bueno, sus alas eran las únicas diferentes de todo su pueblo, aunque ella no se sentía superior por ello, sus alas eran parecidas a las de una mariposa australiana, exóticas y llenas de encanto. Todos los días paseaba por el bosque en sus horas de descanso, en vez de ir a la Aladería del Tronco Mayor donde todas sus compañeras pasaban sus ratos libres tomando tazas de rocío o Redweard, una extraña bebida que consistía de rocío, mora, menta, naranja y un ingrediente secreto el cual hacia que todas estuvieran despiertas y alerta todo el día. Suspiró. Había acabado su descanso y tenía una reunión de factores. Debían organizar el clima, las corrientes, el caer de las hojas, la cadena de animales…etc. Cosas que al fin y al cabo eran igual en todas los cuatro proyectos que tenían al año.
Se paró en seco y cogió un pequeño saquito que colgaba de su cinturón. Derramó un poco del contenido en la palma de su mano y lo lanzó contra la cascada de seis metros que tenía delante. Está se abrió como dos cortinas dejándola paso a Fayrieshistory, un nombre muy cursi para su gusto pero así se llamaba el pueblo de todas las hadas del bosque Fereo. Al traspasar aquella mística cortina se cerró a su paso dejando a la vista la fría y gris roca que había antes. Las casas blancas que decoraban la pradera de flores y estanques, el gran roble que se veía desde todos los puntos de Fayreshistory. Todo seguía su armonía excepto las calles. A Lily le gustaba ir andando por aquel camino de ese mineral llamado cuarzo, liso y frío para sus descalzos pies, ya que había tráfico de vuelo y eso le agobiaba. En pocos minutos ya había llegado a la plataforma de paredes de agua que la elevaría hasta el tercer piso. Mientras subía al ritmo rápido de siempre se puso los zapatos marrón trasparentes, que eran obligatorios como mínimo. Al llegar arriba y ver desplegarse las paredes de agua salió corriendo hasta la sala de reuniones del factor tres.
Tocó la puerta de cristal en la que se leía  << Hojas caídas, departamento 3 >>. Entro rápidamente y se sentó en su sitio. Alguien murmuró algo que parecía decir “la rarita nos ha salvado a todas”, hizo caso omiso y se encogió de hombros, coloco sus archivos encima de la gran mesa de hojas y levanto la cabeza. Se encontró con las tensas y aliviadas miradas de sus compañeras.
-¿Hay algún problema?-dijo procurando poner un tono notable de preocupación.
-La siguiente estación depende de ti Lily.
¿Problemas? Esto más bien es un castigo por llegar tarde pensó horrorizada. Se desplomó hacia atrás en su asiento.
-Ya que has llegado tarde, te ha tocado. Es una misión peligrosa para cualquier hada o ser mitológico y nadie se ha ofrecido voluntaria. Es un largo camino hacia tierras más allá de la frontera del bosque Fereo. Debes dirigirte hacia el templo de los viejos Elfos de Cristal. Allí ellos deberán darte un objeto el cual es imprescindible para que comience de nuevo el invierno o cualquiera de las tres estaciones que quedan aún por delante.
Despejo sus pensamientos, libertad y aventura, esas palabras se le quedaron escritas en su cabeza como las letras marcadas con tinta en un papel gracias a una máquina de escribir. Se levantó de golpe y recogió rápidamente sus cosas con una gran sonrisa en la cara. Abrió la puerta de cristal y miró hacia sus compañeras, las cuales la miraban patidifusas e irónicas.
-Desearme suerte-después de decir esto cerró la puerta y escuchó otro murmuro el cual decía “está mujer está loca” y eso le hizo esbozar una sonrisa mayor.
Se despidió de su vieja abuela que descansaba en una de las sillas del jardín trasero a su casa blanca de la calle Magic Graw, por las afueras del pueblo. Salió cerrando la puerta de madera de abeto y bajó los escalones de piedra rosa y azul. Siguió el camino que había realizado hacía unas horas antes hasta llegar a la pared húmeda de piedra. Volvió a coger los polvos brillantes con la palma de la mano y los lanzó haciendo que se abriera como si fuera una simple cortina. Salió y el olor a tierra mojada inundo sus fosas nasales. Camino durante largos minutos, libre, con las provisiones suficientes para sobrevivir eso cuatro difíciles días de viaje, pan de Hadas, un pequeño  bocado mezclado con agua y tu estoma se llena en milésimas, puedes aguantar días enteros sin comer más que esa pequeña ración. Un crujido la puso alerta y se escondió detrás de la maleza. Vio un bello ciervo de pelaje caramelizado con unos pequeños cuernos en forma de ramas. Era hermoso y tranquilo. Pero un silbido interrumpió la tranquilidad y el animal se desplomo ante los ojos de la chica. Lily estaba atónita, no comprendía que había pasado.  Una silueta salió de un arbusto. Estaba encapuchado lo cual no la dejó ver su rostro, levanto una daga y la clavó fuertemente contra el cuello del indefenso animal. La muchacha sin poder contener sus impulsos gritó horrorizada, después se tapó la boca al comprender que se había puesto de pies y había gritado demasiado alto. La silueta se giró anonadada quitándose la capucha y dejando así su rostro visible. El hada se dio cuenta de repente, de que los humanos no deberían saber de su existencia.
-¡Que me encierren si lo que veo es cierto!-dijo boquiabierto.
-¿Por qué lo has matado?-gritó histérica- Ahora su cría morirá de hambre.
El hombre pestañeó y se acercó hacia ella, lo que la hizo retroceder dos pasos inseguros.
-Pues sálvale.
 -No puedo, no está permitido. La naturaleza debe seguir su curso, el ciclo de la vida.
-Pues tú eres igual de asesina que yo.
-Retíralo-ladró enfadada ante lo que le había dicho
-No antes de que me concedas un deseo.
La chica entornó los ojos y se cruzó de brazos. Le miró de arriba abajo asqueada.
-Soy un hada del bosque. No tu hada madrina, princesa.
El chico rio por lo bajo lo que hizo que el hada entornara los ojos de nuevo. Se dio media vuelta dejando atrás a ese humano y comenzó a andar, no debía perder tiempo, pero oía unas molestas pisadas detrás suyo.
-¿Por qué me sigues?-preguntó molesta  sin dejar de caminar.
-Me tienes intrigado, nunca he visto un ser como tú. Nunca.-remarcó alucinado.
Lily resopló y agilizó el paso, intentando dejar atrás a ese cazador tan molesto.
-¿Todas las hadas lleváis esos vestidos tan cortos?-preguntó el muy descarado.
La chica chasqueó los dedos e hizo que el vestido fuera cuatro centímetros más largo.
-¿Cómo has hecho eso?-aplaudió eufórico.
Lily pensó que los humanos no eran crueles, eran ignorantes natos y más pesados que cien piojos en la cabeza. Siguieron caminando durante largas horas de miles de preguntas de su nuevo acompañante.
-Si vas a venir con migo, lo cual no estoy de acuerdo, procura no hablar demasiado.
Cruzaron el largo rio del bosque, pasaron por el valle de las montañas perdidas las cuales eran tenebrosas y peligrosas. Miles de brujas habitaban en aquel valle. Árboles que te agarran de los brazos, raíces que se agarraban a tus tobillos colgándote boca abajo. Tuvieron mucha suerte de no encontrarse con la bestia de los tres brillantes ojos como rubíes, que devoraba cada alma que vagaba entre sus tierras. Al salir de aquel bosque notó que faltaba algo. Se dio la vuelta y él no estaba, y eso le resulto preocupante. Corrió hacia las  profundidades del bosque y escuchó ruidos que la llamaban desde no muy lejos. Se quedó quieta por un momento y el chico paso corriendo a su lado lo que la hizo sobresaltarse.
-¡Corre!
Una bestia salto hacia ella desde la maleza marchita, lo que la hizo pegar un grito de asombro. Y sin pensárselo dos veces hecho a correr asustada. Los rugidos del animal aceleraban su corazón a mil por hora. Le estaba pisando los talones, tenía que correr hacia la luz de la salida, allí aquella criatura no podría pasar ya que el sol la quemaría viva. Los tres brillantes ojos rojos del animal la hicieron estremecerse, sus feroces fauces la intimidaban lo suficiente para saber que eran letales. Su pelaje negro azabache resaltaba sus amarillentas y afiladas garras.
Tropezó y rodo colina abajo acabando en un campo de setas que desaparecían cada vez que las tocabas desprendiendo un polvo negruzco. Un silencio inquietante se apoderó del entorno. Miró nerviosa a ambos lados y de las sombras salió la bestia, enfurecida  y veloz hacia ella. Dio la vuelta pero tropezó de nuevo. Giró la cabeza y vio a la criatura olfateándola con su enorme nariz parecida a la de un perro. Lily notaba su propia respiración agitada y el aire que desprendía las fosas nasales del monstruo. De repente rugió fuertemente lo que le echó todo el pelo hacia atrás y la lleno de una baba pringosa que olía a cadáver en descomposición. Se sacudió asqueada el pringue gelatinoso de encima. Un silbido hizo que la bestia se retorciera de dolor apoyando bruscamente una pata a pocos centímetros del hada. Rodó hacia un lado y apoyó la otra pata donde ella había estado antes. Se puso en pie y siguió corriendo antes de que el animal la volviera a perseguir como había hecho antes. Algo le agarro de la muñeca y la atrajo hacia si tapándola la boca. Era el cazador, suspiró aliviada.
-Escóndete-le susurró sin dejar de taparle la boca.
Se escondieron detrás de un gran arbusto. La criatura pasó cerca de ellos, escucharon sus gruñidos y su brusca respiración, después de un rato el animal se perdió en la oscuridad del bosque. Le quitó lentamente la mano de la boca y la chica procuró no soltar toda  la adrenalina que conservaba su cuerpo en esos momentos.
-¡Ha sido alucinante!-dijo pausadamente el chico.
La chica se echó a reír. Había sido terrorífico, no alucinante. Cuando salieron del bosque estaba anocheciendo, así que decidieron caminar hasta una pradera alejada de aquella pesadilla de bosque. Cuando llegaron acamparon bajo un árbol, montaron una pequeña tienda con palos y ramas por si llovía por la noche. Un fuego acogedor y llameante les acariciaba el rostro con su calor. La chica le ofreció un pequeña miga de pan y la cantimplora de coco que había fabricado en sus ratos libres del trabajo, esté la miro frunciendo el ceño.
-Si tomas esto con agua te llenara como un buen plato de jabalí con patatas.
-Es pan de Hada ¿verdad?-dijo orgulloso de su afirmación- lo he leído en un libro llamado Extrañas y bellas criaturas.
Lily se asombró, no sabía que los humanos supieran de su existencia gracias a libros sobre Extrañas y bellas criaturas. Puede que quizá ella sea la ignorante nata después de todo.

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El sonido de las cigarras la despertó de sus sueños; de bosques, bestias de tres ojos, flechas y muchas cosas más que nombraría si no fuera porque tuviera prisa. Despertó a el chico, ahora que lo piensa, no sabe cómo se llama aquel muchacho que le salvo la vida.
-Lily.
-¿Qué?-preguntó aturdido.
-Me llamo Lily ¿y tú?
-Mark.
La chica sonrió y apagó el fuego esparciendo un poco de agua por encima. Hubieron recogido el campamento y desayunado unas frutas Elficas que eran dulces como la miel, comenzaron el segundo día de su largo camino hacia el templo de los viejos Elfos de Cristal. La mañana pasó rápida, caminaron por un sendero de amapolas y margaritas, bordearon y volvieron a llenar la cantimplora en un río que les pillaba de camino, y comenzaron a cruzar  el desierto de las estrellas, que era una pequeña cueva oscura.
-Lo que daría por un farolillo o una antorcha-replicó el chico.
Lily saco de su bolsillo una piedra mágica, que brillaba como un faro en la noche marina olvidada. Se oían goteras y el eco de sus pasos. La piedra fría le hacía cosquillas en los pies. Alumbró hacia arriba y miles de pares de ojos rojos se abrieron a la vez, chillando y  revoloteando hacia la salida de la cueva. Los dos jóvenes se agacharon agiles, para protegerse de los murciélagos. Cuando se dispersaron del todo se levantó todavía con las manos en los ojos. Cuando las quitó se asombró ante tanta belleza. Las paredes brillaban como miles de estrellas en el firmamento.
-Es precioso, parece que estemos en el cielo.
Los dos amigos se tumbaron a contemplar un rato aquella maravilla mientras descansaban. Se sentían viajando entre el infinito.
-¿Se puede saber el que estamos buscando?
-El templo de los viejos Elfos de Cristal.
-¿Y qué es eso?
-Es un viejo santuario donde todos los antepasados de la mitología guardan grandes tesoros. Los vigila una especie de druidas de la hermandad de los Elfos de Cristal. Las hadas del bosque Fereo me mandaron esta misión para conseguir un objeto imprescindible para el cambio de las estaciones. Si no lo encontramos, será otoño para siempre y la vida cambiara radicalmente.
-Eso es horrible.-dijo asombrado
-Por eso debo encontrarlo.
-¿Y sabes cómo es ese objeto de gran valor?
La chica tragó saliva y suspiró. Giró la cabeza hacia Mark y le miró preocupada.
-La verdad, es que no tengo ni la más menor idea.

Caminaron unos tres quilómetros por la cueva de las maravillosas piedras preciosas que brillaban cegadoramente. Salieron de la cueva y descubrieron que estaba atardeciendo. Debían encontrar un buen sitio para dormir, se avecinaba tormenta.
Los truenos y los rayos comenzaron a elevarse al cielo, el viento removía con fuerza las hojas caídas del suelo haciéndolas bailar a su compás. Mark y ella corrían en busca de una cueva que habían visto desde el Desierto de las estrellas. Estaban a unos quinientos metros de allí pero no se rindieron y siguieron corriendo. Cuando llegaron a dicha cueva estaban calados hasta los huesos, temblaban de frío así que decidieron hacer una hoguera. El calor de las llamas era reconfortante, el crujir de las ramas al chamuscarse  y el olor a comida caliente.
-Nunca he dicho esto antes pero ese mechón de pelo te ha cambiado a un color blanco nieve en cuanto hemos salido de la cueva.
La chica se atragantó con la comida. Se miró preocupada el pelo y soltó una maldición. Había comenzado el cambio. Las hadas cambian de aspecto en cada estación. En invierno su pelo cambia a un tono más claro, su piel pierde color, sus vestidos y sus alas renuevan a otras texturas diferentes y así sucesivamente en cada caso. Si las hadas se hacen diferentes y el otoño no transcurre no podrán hacer nada para cambiarlo ni para seguir con él. Todo sería un caos, el clima estaría erróneo, muchos animales se extinguirían y poco a poco sus bosques morirían y se convertirían en tierra olvidada. Era tan solo la primera fase. La chica palideció, no tenían mucho tiempo.

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A la mañana siguiente Lily le explicó a Mark todo sobre el cambio de la hadas y sus consecuencias. Y gracias al cielo, pareció comprenderlo a la perfección. Cuando recogieron las cosas y apagaron la fogata se pusieron en camino. Las hojas del pelo de la chica comenzaron a caer y a sustituirse por copos de nieve.
-Lily, te sienta mejor el cambio de invierno, los copos de nieve realzan tus ojos morados.
Se le encendieron las mejillas, pero recordó que los humanos y las hadas no deberían estar juntos y se odio por ello. Pero ellos no estaban juntos ¿verdad?, pensó aturdida.
-Gracias, pero tus ojos marrones no pueden competir con los míos, nadie en el bosque Fereo tiene los ojos marrones, ni morados. Supongo que somos diferentes.
-En mi pueblo o en la ciudad la mayoría de personas tienen los ojos marrones y el pelo castaño, es lo habitual-dijo sin entusiasmo-¿Qué se siente al volar? Es mi sueño.
-Libertad, caminar entre las nubes, rozar la copas de los árboles con la puntas de los dedo y contemplar pasar encima del agua los peces y mariposas del entorno.
-Suena mágico.
-Es mágico.-le corrigió y le dio una idea.
No hablaron durante todo el camino. Anduvieron por lugares inimaginables, un bosque de hojas azules y rosas, con setas que se encogían a sus pies. Puentes de acertijos y eso preciosos pájaros de fuego, los Fénix. Se paró en seco y se alegró ver lo que estaba buscando. Las casas de setas moteadas diminutas cubrían aquel descampado lleno de flores y polvos brillantes que cubrían la atmosfera. Cogió la cálida mano de Mark y cerró los ojos. Un remolino de  luz blanca como la luna les envolvió místicamente. Mark abrió los ojos como platos y le apretó más la mano, lo que la reconfortó. Cuando el remolino se dispersó la hierba medía cinco metros de altura, las piedras eran como casas de grandes. Habían reducido su tamaño. Le agarró del brazo y le llevó a través de las paredes de hierba verde y brillante que crecía en aquel bosque.
-Has oído hablar de los Gnomos, seres pequeños y amables.
-Sí, mi madre me contaba miles de cuentos sobre Hadas, Gnomos y muchas cosas más.
La chica sonrió sin dejarle de agarrar y caminar veloz y feliz entre aquella enorme maleza. Apartó unas hojas el triple de grandes que ella y dejo al descubierto un pequeño poblado de setas enormes, decoradas con motitas blancas que resaltaban con el rojo de lo que era el techo. Tenían puertas de madera y pequeñas ventanas en la parte superior del tronco. Mariposas gigantes volaban alrededor con sus delicadas alas meciéndose como el viento de abril y creando remolinos de viento.
-Bienvenido a Dulcemend.
El chico fascinado por tanta belleza y fantasía contempló lo que veían sus brillantes ojos de felicidad. Lily le miró feliz, tenía una preciosa sonrisa dibujada en su anguloso rostro, su pelo negro le caía por la frente como rizos del color del carbón.
Se dirigieron hacia una seta más grande que las demás la cual estaba a media hora de camino. En el mercado compró especias y un rico dulce artesano tradicional de Dulcemend, una torta rellena de pelo de ángel caramelizado. Cuando llegaron a su destino una señora les abrió la pesada puerta y recibió a Lily con sus fuertes brazos.
-Griselda este es mi amigo Mark.
-Encantada pequeñuelo-dijo con un acento un tanto extraño para el muchacho.
Las sonrojadas mejillas de la mujer y su picudo  sombrero rojo le resultaron un tanto peculiares.
-Gris, tenemos un largo viaje por delante podrías…
-Claro que sí, Lil.
-Lily.
-Lil, Lily qué más da, lo importante es que estas aquí-dijo feliz-¡Pasad, pasad! Os preparare una taza de leche de cabra mientras mi marido los prepara para los dos.
-¿Preparar el que?-preguntó confuso.
-Ya lo veras.

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Cruzaron la puerta trasera a la casa y un zumbido ensordecedor hizo que se taparan los oídos. Sus plumas azul añil y sus zonas turquesas hacían que brillaran con el sol. Sus redondos y negros ojos les miraban, mientras giraban la cabeza y se rascaban con su largo pico.
-Colibríes gigantes.-gritó eufórico.
-¡Cumple tu sueño y vuela, vuela alto!-gritó entusiasmada.
Se subieron con cuidado y se agarraron fuertemente a las correar que los sujetaba al animal.
-¡Tener cuidado, llegareis al anochecer!-gritó Griselda con su acentuado acento de la zona.
-Descuida-dijo Lily entre risas y seguido de decir esto los colibríes despegaron veloces como un rayo. El viento volaba su pelo casi blanco, lo cual la hacía sentirse inmensa, oía los gritos de alegría de Mark, que volaba a su derecha. El zumbido era menos irritante en el aire, nunca antes había volado tan rápido como en ese momento. Esquivaron los troncos de los árboles que encontraban a su paso, las hojas que caían hacia el suelo parecían jugar con ellos. Todo era precioso e impresionante, sobre todo para Mark que no paraba de gritar “¡Soy el rey del mundo!” o algo así.

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El atardecer cubría el bosque rojo como el fuego. Llevaban horas volando y ya le habían pillado el truco, a eso de dar giros bruscos y tirabuzones de vez en cuando. A lo lejos se veía una gran torre que brillaba como la plata. Como si fuera de cristal,
-¡Ahí está! Lo hemos encontrado Mark.-gritó para que le escuchara.
Descendieron y aterrizaron bruscamente cerca de la entrada, le volvió a coger de la mano y esta vez los absorbió una esfera amarillenta. Cuando abrió los ojos, habían vuelto a su tamaño normal. Tocaron la puerta gris  decorada por ángeles plateados. Se abrió una apertura por la cual aparecieron dos ojos.
-Vengo en nombre de todas las hadas del bosque Fereo, vengo en busca de un objeto de gran valor el cual necesitamos para continuar con las estaciones.
La ventanita desapareció y la puerta comenzó a abrirse con un gran estruendo. Un viejo elfo les hizo un gesto para que le siguieran. Caminaron por pasillos de cristal, blanco  brillante como la nieve. El hombre se paró en seco y les indico una puerta. Entraron y se encontraron en una sala llena de sillas y   un gran trono en medio. Se sentaron y apareció otro anciano elfo, el cual les pregunto.
-A que han venido.
-Necesitamos un objeto que nos han encomendado para que las hadas podamos seguir con el ciclo del tiempo.
-Solo alguien con el corazón puro puede adivinar cuál de estos tres frascos es.
Había tres frascos, un frasco de plata con decorados azules, otro de oro con decorados de plata y piedras preciosas, y un humilde tarrito de madera tallado con los cuatro elementos en la tapa.
-Coge el de oro, es de gran valor, como la importancia de su contenido- dijo Mark mirando el frasco dorado.
La chica contemplo el de madera, no creía que tuviera que ser lujoso ni caro, debía de servir y punto, asique cogió rápidamente el frasco de madera. Y pudo ver la sonrisa de aquel anciano antes de que una nube de polvo les envolviera y les llevara hasta la cascada donde días antes había comenzado su camino. Cogió el saco de su cinturón y echo los polvos contra la cascada lo que la abrió como siempre. Corrió por las calles hasta llegar a la plataforma, la cual parecía subir más lenta de lo normal.
-Lily tu vestido.
La chica se miró de arriba abajo, su vestido de hojas de roble había cambiado por uno de seda y algodón. No quedaba mucho tiempo. Se abrieron las puertas y corrió hacia el despacho de Caroline su jefa. Dejó el bote encima de la mesa rezando por que fuera ese el que necesitaban.
-Rápido, haga lo que tenga que hacer.
Caroline la miró nerviosa y cogió la cajita de madera. Se encogió de hombros y salió corriendo por la puerta.
-Quedan quince minutos para que comience el invierno.
Lily tragó saliva y notó la mano de Mark acariciando su hombro.
-Corre este año no quiero quedarme sin navidad-le replicó sonriente.
-Y yo no lo permitiré, porque soy tu hada madrina y te quedan dos deseos, princesa.-le respondió con los ojos llenos de lágrimas y una amplia sonrisa
-Mi siguiente deseo es corre, porque queda poco tiempo.
Lily asintió y echo a correr detrás de Caroline que andaba veloz entre los pasillos del departamento. Montaron en la plataforma y bajaron hasta la calle apresuradamente. Solo les quedaban cinco minutos para llegar. La chica se repetía una y otra vez; que ojalá fuera correcta la caja que había elegido.
-Tenemos que llevar este contenido al gran roble del centro del pueblo.
Cuando llegaron Caroline abrió una trampilla subterránea dejando así una entrada a un túnel alumbrado por piedras mágicas. Corrieron escaleras abajo hasta llegar a una sala donde había un gran reloj de  arena de unos 20 metros de altura
-Tienes que verter este polvo en el reloj, si no lo hacemos pronto se agotara la arena y no habrá nada para reponerlo, perderemos nuestros poderes y no habrá vuelta atrás.
Asintió y corrió hacia aquel gigantesco objeto. Comenzó a escalar pero la superficie era resbaladiza y se le hacía imposible. Miro hacia su derecha, había un muro de piedras y lo escalo con la esperanza de que si saltaba sus alas volvieran a funcionar. Cogió carrerilla y saltó cayendo al vació a una velocidad vertiginosa. Antes de chocar contra el suelo sus alas reaccionaron y la elevaron hacia arriba. Voló hasta la plataforma superior del reloj y corrió hacia una trampilla por la cual debía verter el polvo. Alrededor estaban lo cuatro elementos grabados. Sacó la cajita de su bolsillo y con las prisas resbaló y callo por la apertura. Lily trago saliva, tan solo le cabía la mano. Cerró los ojos y un remolino amarillo la hizo empequeñecer. Saltó y calló dentro de aquel objeto acristalado. Chocó contra una duna de arena y volviendo a su tamaño real rebusco entre las pequeña montaña de arena. Cuando encontró la caja la abrió y una luz cegadoramente brillante de su interior. El cristal tembló y comenzó a girar haciendo que todo le diera vueltas. Cuando abrió los ojos se encontró en la cima del roble del centro. Se miró de arriba abajo, había cambiado por completo, sus pies calzaban unos zapatos como el algodón. Su piel era pálida y su pelo blanco decorado con copos de nieve resaltaba sus ojos morados. Su vestido de seda blanca decorada con plumas la hacía parecer más joven. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Algo frío había caído en su nariz respingona. Lo tocó con la punta de sus dedos y noto algo aguoso. Miró arriba y miles de copos de nieve caían como pequeñas bailarinas de ballet girando sobre sí.
-¡Hada madrina, me debes un deseó!-gritó una voz desde abajó.
La chica se echó a reír y bajó a toda prisa. Se abalanzó sobre el chico y le abrazó con fuerza dejándole sin aliento. Le miro a sus profundos ojos llenos de alegría.
-¿Cuál es el siguiente deseo?
-Eso lo dejo a tu elección.
La chica lo atrajo hacia sí y sus labios se juntaron en un beso lleno de ternura y amor. Un beso que trasmitía lo que nunca había sentido por nadie.
-Menos mal que lo has hecho tú por mí, sería demasiado directo pedírtelo como deseo- se calló y le acaricio el pelo- Eres preciosa.
Y ella supo en ese mismo momento, que no importaba que el fuera un humano y ella un hada, porque lo amaba y que no era imposible que estuvieran juntos. Ya que nada era imposible si tú lo deseas.


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