El atardecer acariciaba con su calor el rojo bosque de otoño. A Lily siempre le ha gustado esa estación, ya que su trabajo en ese mismo momento trataba de ello. Le relajaba el piar de los pájaros, el sonido del rio y la sensación de sus pies desnudos crujiendo con las hojas marchitas a su paso. Su melena castaña al viento ondeaba como las olas del mar en un día de tormenta. De sus picudas orejas colgaban unos pendientes de cascara de bellota, su pelo decorado con hojas secas y rojizas la hacía ser distintas a las demás. Su collar de enredaderas hacia conjunto con su vestido de hojas de roble y bueno, sus alas eran las únicas diferentes de todo su pueblo, aunque ella no se sentía superior por ello, sus alas eran parecidas a las de una mariposa australiana, exóticas y llenas de encanto. Todos los días paseaba por el bosque en sus horas de descanso, en vez de ir a la Aladería del Tronco Mayor donde todas sus compañeras pasaban sus ratos libres tomando tazas de rocío o Redweard, una extraña bebida que consistía de rocío, mora, menta, naranja y un ingrediente secreto el cual hacia que todas estuvieran despiertas y alerta todo el día. Suspiró. Había acabado su descanso y tenía una reunión de factores. Debían organizar el clima, las corrientes, el caer de las hojas, la cadena de animales…etc. Cosas que al fin y al cabo eran igual en todas los cuatro proyectos que tenían al año.
Se paró en
seco y cogió un pequeño saquito que colgaba de su cinturón. Derramó un poco del
contenido en la palma de su mano y lo lanzó contra la cascada de seis metros
que tenía delante. Está se abrió como dos cortinas dejándola paso a
Fayrieshistory, un nombre muy cursi para su gusto pero así se llamaba el pueblo
de todas las hadas del bosque Fereo. Al traspasar aquella mística cortina se cerró
a su paso dejando a la vista la fría y gris roca que había antes. Las casas
blancas que decoraban la pradera de flores y estanques, el gran roble que se
veía desde todos los puntos de Fayreshistory. Todo seguía su armonía excepto
las calles. A Lily le gustaba ir andando por aquel camino de ese mineral
llamado cuarzo, liso y frío para sus descalzos pies, ya que había tráfico de
vuelo y eso le agobiaba. En pocos minutos ya había llegado a la plataforma de
paredes de agua que la elevaría hasta el tercer piso. Mientras subía al ritmo
rápido de siempre se puso los zapatos marrón trasparentes, que eran
obligatorios como mínimo. Al llegar arriba y ver desplegarse las paredes de
agua salió corriendo hasta la sala de reuniones del factor tres.
Tocó la
puerta de cristal en la que se leía
<< Hojas caídas, departamento 3 >>. Entro rápidamente y se
sentó en su sitio. Alguien murmuró algo que parecía decir “la rarita nos ha
salvado a todas”, hizo caso omiso y se encogió de hombros, coloco sus archivos
encima de la gran mesa de hojas y levanto la cabeza. Se encontró con las tensas
y aliviadas miradas de sus compañeras.
-¿Hay algún
problema?-dijo procurando poner un tono notable de preocupación.
-La
siguiente estación depende de ti Lily.
¿Problemas?
Esto más bien es un castigo por llegar tarde pensó horrorizada. Se desplomó
hacia atrás en su asiento.
-Ya que has
llegado tarde, te ha tocado. Es una misión peligrosa para cualquier hada o ser
mitológico y nadie se ha ofrecido voluntaria. Es un largo camino hacia tierras
más allá de la frontera del bosque Fereo. Debes dirigirte hacia el templo de
los viejos Elfos de Cristal. Allí ellos deberán darte un objeto el cual es
imprescindible para que comience de nuevo el invierno o cualquiera de las tres
estaciones que quedan aún por delante.
Despejo sus
pensamientos, libertad y aventura, esas palabras se le quedaron escritas en su
cabeza como las letras marcadas con tinta en un papel gracias a una máquina de
escribir. Se levantó de golpe y recogió rápidamente sus cosas con una gran
sonrisa en la cara. Abrió la puerta de cristal y miró hacia sus compañeras, las
cuales la miraban patidifusas e irónicas.
-Desearme
suerte-después de decir esto cerró la puerta y escuchó otro murmuro el cual
decía “está mujer está loca” y eso le hizo esbozar una sonrisa mayor.
Se despidió
de su vieja abuela que descansaba en una de las sillas del jardín trasero a su
casa blanca de la calle Magic Graw, por las afueras del pueblo. Salió cerrando
la puerta de madera de abeto y bajó los escalones de piedra rosa y azul. Siguió
el camino que había realizado hacía unas horas antes hasta llegar a la pared
húmeda de piedra. Volvió a coger los polvos brillantes con la palma de la mano
y los lanzó haciendo que se abriera como si fuera una simple cortina. Salió y
el olor a tierra mojada inundo sus fosas nasales. Camino durante largos
minutos, libre, con las provisiones suficientes para sobrevivir eso cuatro
difíciles días de viaje, pan de Hadas, un pequeño bocado mezclado con agua y tu estoma se llena
en milésimas, puedes aguantar días enteros sin comer más que esa pequeña
ración. Un crujido la puso alerta y se escondió detrás de la maleza. Vio un
bello ciervo de pelaje caramelizado con unos pequeños cuernos en forma de
ramas. Era hermoso y tranquilo. Pero un silbido interrumpió la tranquilidad y
el animal se desplomo ante los ojos de la chica. Lily estaba atónita, no
comprendía que había pasado. Una silueta
salió de un arbusto. Estaba encapuchado lo cual no la dejó ver su rostro, levanto
una daga y la clavó fuertemente contra el cuello del indefenso animal. La
muchacha sin poder contener sus impulsos gritó horrorizada, después se tapó la
boca al comprender que se había puesto de pies y había gritado demasiado alto.
La silueta se giró anonadada quitándose la capucha y dejando así su rostro
visible. El hada se dio cuenta de repente, de que los humanos no deberían saber
de su existencia.
-¡Que me
encierren si lo que veo es cierto!-dijo boquiabierto.
-¿Por qué
lo has matado?-gritó histérica- Ahora su cría morirá de hambre.
El hombre
pestañeó y se acercó hacia ella, lo que la hizo retroceder dos pasos inseguros.
-Pues
sálvale.
-No puedo, no está permitido. La naturaleza
debe seguir su curso, el ciclo de la vida.
-Pues tú
eres igual de asesina que yo.
-Retíralo-ladró
enfadada ante lo que le había dicho
-No antes
de que me concedas un deseo.
La chica
entornó los ojos y se cruzó de brazos. Le miró de arriba abajo asqueada.
-Soy un
hada del bosque. No tu hada madrina, princesa.
El chico rio
por lo bajo lo que hizo que el hada entornara los ojos de nuevo. Se dio media
vuelta dejando atrás a ese humano y comenzó a andar, no debía perder tiempo,
pero oía unas molestas pisadas detrás suyo.
-¿Por qué
me sigues?-preguntó molesta sin dejar de
caminar.
-Me tienes
intrigado, nunca he visto un ser como tú. Nunca.-remarcó alucinado.
Lily resopló
y agilizó el paso, intentando dejar atrás a ese cazador tan molesto.
-¿Todas las
hadas lleváis esos vestidos tan cortos?-preguntó el muy descarado.
La chica
chasqueó los dedos e hizo que el vestido fuera cuatro centímetros más largo.
-¿Cómo has
hecho eso?-aplaudió eufórico.
Lily pensó
que los humanos no eran crueles, eran ignorantes natos y más pesados que cien
piojos en la cabeza. Siguieron caminando durante largas horas de miles de
preguntas de su nuevo acompañante.
-Si vas a
venir con migo, lo cual no estoy de acuerdo, procura no hablar demasiado.
Cruzaron el
largo rio del bosque, pasaron por el valle de las montañas perdidas las cuales
eran tenebrosas y peligrosas. Miles de brujas habitaban en aquel valle. Árboles
que te agarran de los brazos, raíces que se agarraban a tus tobillos colgándote
boca abajo. Tuvieron mucha suerte de no encontrarse con la bestia de los tres
brillantes ojos como rubíes, que devoraba cada alma que vagaba entre sus
tierras. Al salir de aquel bosque notó que faltaba algo. Se dio la vuelta y él
no estaba, y eso le resulto preocupante. Corrió hacia las profundidades del bosque y escuchó ruidos que
la llamaban desde no muy lejos. Se quedó quieta por un momento y el chico paso
corriendo a su lado lo que la hizo sobresaltarse.
-¡Corre!
Una bestia
salto hacia ella desde la maleza marchita, lo que la hizo pegar un grito de
asombro. Y sin pensárselo dos veces hecho a correr asustada. Los rugidos del
animal aceleraban su corazón a mil por hora. Le estaba pisando los talones,
tenía que correr hacia la luz de la salida, allí aquella criatura no podría
pasar ya que el sol la quemaría viva. Los tres brillantes ojos rojos del animal
la hicieron estremecerse, sus feroces fauces la intimidaban lo suficiente para
saber que eran letales. Su pelaje negro azabache resaltaba sus amarillentas y
afiladas garras.
Tropezó y
rodo colina abajo acabando en un campo de setas que desaparecían cada vez que
las tocabas desprendiendo un polvo negruzco. Un silencio inquietante se apoderó
del entorno. Miró nerviosa a ambos lados y de las sombras salió la bestia,
enfurecida y veloz hacia ella. Dio la
vuelta pero tropezó de nuevo. Giró la cabeza y vio a la criatura olfateándola
con su enorme nariz parecida a la de un perro. Lily notaba su propia
respiración agitada y el aire que desprendía las fosas nasales del monstruo. De
repente rugió fuertemente lo que le echó todo el pelo hacia atrás y la lleno de
una baba pringosa que olía a cadáver en descomposición. Se sacudió asqueada el
pringue gelatinoso de encima. Un silbido hizo que la bestia se retorciera de
dolor apoyando bruscamente una pata a pocos centímetros del hada. Rodó hacia un
lado y apoyó la otra pata donde ella había estado antes. Se puso en pie y siguió
corriendo antes de que el animal la volviera a perseguir como había hecho
antes. Algo le agarro de la muñeca y la atrajo hacia si tapándola la boca. Era
el cazador, suspiró aliviada.
-Escóndete-le
susurró sin dejar de taparle la boca.
Se
escondieron detrás de un gran arbusto. La criatura pasó cerca de ellos,
escucharon sus gruñidos y su brusca respiración, después de un rato el animal
se perdió en la oscuridad del bosque. Le quitó lentamente la mano de la boca y
la chica procuró no soltar toda la
adrenalina que conservaba su cuerpo en esos momentos.
-¡Ha sido alucinante!-dijo
pausadamente el chico.
La chica se
echó a reír. Había sido terrorífico, no alucinante. Cuando salieron del bosque
estaba anocheciendo, así que decidieron caminar hasta una pradera alejada de
aquella pesadilla de bosque. Cuando llegaron acamparon bajo un árbol, montaron
una pequeña tienda con palos y ramas por si llovía por la noche. Un fuego
acogedor y llameante les acariciaba el rostro con su calor. La chica le ofreció
un pequeña miga de pan y la cantimplora de coco que había fabricado en sus
ratos libres del trabajo, esté la miro frunciendo el ceño.
-Si tomas
esto con agua te llenara como un buen plato de jabalí con patatas.
-Es pan de
Hada ¿verdad?-dijo orgulloso de su afirmación- lo he leído en un libro llamado
Extrañas y bellas criaturas.
Lily se
asombró, no sabía que los humanos supieran de su existencia gracias a libros
sobre Extrañas y bellas criaturas. Puede que quizá ella sea la ignorante nata
después de todo.
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El sonido
de las cigarras la despertó de sus sueños; de bosques, bestias de tres ojos,
flechas y muchas cosas más que nombraría si no fuera porque tuviera prisa.
Despertó a el chico, ahora que lo piensa, no sabe cómo se llama aquel muchacho
que le salvo la vida.
-Lily.
-¿Qué?-preguntó
aturdido.
-Me llamo
Lily ¿y tú?
-Mark.
La chica
sonrió y apagó el fuego esparciendo un poco de agua por encima. Hubieron
recogido el campamento y desayunado unas frutas Elficas que eran dulces como la
miel, comenzaron el segundo día de su largo camino hacia el templo de los
viejos Elfos de Cristal. La mañana pasó rápida, caminaron por un sendero de
amapolas y margaritas, bordearon y volvieron a llenar la cantimplora en un río
que les pillaba de camino, y comenzaron a cruzar el desierto de las estrellas, que era una
pequeña cueva oscura.
-Lo que
daría por un farolillo o una antorcha-replicó el chico.
Lily saco
de su bolsillo una piedra mágica, que brillaba como un faro en la noche marina
olvidada. Se oían goteras y el eco de sus pasos. La piedra fría le hacía
cosquillas en los pies. Alumbró hacia arriba y miles de pares de ojos rojos se
abrieron a la vez, chillando y revoloteando hacia la salida de la cueva. Los
dos jóvenes se agacharon agiles, para protegerse de los murciélagos. Cuando se
dispersaron del todo se levantó todavía con las manos en los ojos. Cuando las
quitó se asombró ante tanta belleza. Las paredes brillaban como miles de
estrellas en el firmamento.
-Es
precioso, parece que estemos en el cielo.
Los dos
amigos se tumbaron a contemplar un rato aquella maravilla mientras descansaban.
Se sentían viajando entre el infinito.
-¿Se puede
saber el que estamos buscando?
-El templo
de los viejos Elfos de Cristal.
-¿Y qué es
eso?
-Es un
viejo santuario donde todos los antepasados de la mitología guardan grandes
tesoros. Los vigila una especie de druidas de la hermandad de los Elfos de
Cristal. Las hadas del bosque Fereo me mandaron esta misión para conseguir un
objeto imprescindible para el cambio de las estaciones. Si no lo encontramos,
será otoño para siempre y la vida cambiara radicalmente.
-Eso es
horrible.-dijo asombrado
-Por eso
debo encontrarlo.
-¿Y sabes
cómo es ese objeto de gran valor?
La chica
tragó saliva y suspiró. Giró la cabeza hacia Mark y le miró preocupada.
-La verdad,
es que no tengo ni la más menor idea.
Caminaron
unos tres quilómetros por la cueva de las maravillosas piedras preciosas que
brillaban cegadoramente. Salieron de la cueva y descubrieron que estaba
atardeciendo. Debían encontrar un buen sitio para dormir, se avecinaba
tormenta.
Los truenos
y los rayos comenzaron a elevarse al cielo, el viento removía con fuerza las
hojas caídas del suelo haciéndolas bailar a su compás. Mark y ella corrían en
busca de una cueva que habían visto desde el Desierto de las estrellas. Estaban
a unos quinientos metros de allí pero no se rindieron y siguieron corriendo.
Cuando llegaron a dicha cueva estaban calados hasta los huesos, temblaban de
frío así que decidieron hacer una hoguera. El calor de las llamas era
reconfortante, el crujir de las ramas al chamuscarse y el olor a comida caliente.
-Nunca he
dicho esto antes pero ese mechón de pelo te ha cambiado a un color blanco nieve
en cuanto hemos salido de la cueva.
La chica se
atragantó con la comida. Se miró preocupada el pelo y soltó una maldición. Había
comenzado el cambio. Las hadas cambian de aspecto en cada estación. En invierno
su pelo cambia a un tono más claro, su piel pierde color, sus vestidos y sus
alas renuevan a otras texturas diferentes y así sucesivamente en cada caso. Si
las hadas se hacen diferentes y el otoño no transcurre no podrán hacer nada
para cambiarlo ni para seguir con él. Todo sería un caos, el clima estaría
erróneo, muchos animales se extinguirían y poco a poco sus bosques morirían y
se convertirían en tierra olvidada. Era tan solo la primera fase. La chica
palideció, no tenían mucho tiempo.
………………………………………………………………………………………………………………………………
A la mañana
siguiente Lily le explicó a Mark todo sobre el cambio de la hadas y sus
consecuencias. Y gracias al cielo, pareció comprenderlo a la perfección. Cuando
recogieron las cosas y apagaron la fogata se pusieron en camino. Las hojas del
pelo de la chica comenzaron a caer y a sustituirse por copos de nieve.
-Lily, te
sienta mejor el cambio de invierno, los copos de nieve realzan tus ojos
morados.
Se le
encendieron las mejillas, pero recordó que los humanos y las hadas no deberían
estar juntos y se odio por ello. Pero ellos no estaban juntos ¿verdad?, pensó
aturdida.
-Gracias,
pero tus ojos marrones no pueden competir con los míos, nadie en el bosque
Fereo tiene los ojos marrones, ni morados. Supongo que somos diferentes.
-En mi
pueblo o en la ciudad la mayoría de personas tienen los ojos marrones y el pelo
castaño, es lo habitual-dijo sin entusiasmo-¿Qué se siente al volar? Es mi
sueño.
-Libertad,
caminar entre las nubes, rozar la copas de los árboles con la puntas de los
dedo y contemplar pasar encima del agua los peces y mariposas del entorno.
-Suena
mágico.
-Es mágico.-le
corrigió y le dio una idea.
No hablaron
durante todo el camino. Anduvieron por lugares inimaginables, un bosque de
hojas azules y rosas, con setas que se encogían a sus pies. Puentes de
acertijos y eso preciosos pájaros de fuego, los Fénix. Se paró en seco y se
alegró ver lo que estaba buscando. Las casas de setas moteadas diminutas
cubrían aquel descampado lleno de flores y polvos brillantes que cubrían la
atmosfera. Cogió la cálida mano de Mark y cerró los ojos. Un remolino de luz blanca como la luna les envolvió
místicamente. Mark abrió los ojos como platos y le apretó más la mano, lo que
la reconfortó. Cuando el remolino se dispersó la hierba medía cinco metros de
altura, las piedras eran como casas de grandes. Habían reducido su tamaño. Le
agarró del brazo y le llevó a través de las paredes de hierba verde y brillante
que crecía en aquel bosque.
-Has oído
hablar de los Gnomos, seres pequeños y amables.
-Sí, mi
madre me contaba miles de cuentos sobre Hadas, Gnomos y muchas cosas más.
La chica sonrió
sin dejarle de agarrar y caminar veloz y feliz entre aquella enorme maleza.
Apartó unas hojas el triple de grandes que ella y dejo al descubierto un
pequeño poblado de setas enormes, decoradas con motitas blancas que resaltaban
con el rojo de lo que era el techo. Tenían puertas de madera y pequeñas
ventanas en la parte superior del tronco. Mariposas gigantes volaban alrededor
con sus delicadas alas meciéndose como el viento de abril y creando remolinos
de viento.
-Bienvenido
a Dulcemend.
El chico
fascinado por tanta belleza y fantasía contempló lo que veían sus brillantes
ojos de felicidad. Lily le miró feliz, tenía una preciosa sonrisa dibujada en
su anguloso rostro, su pelo negro le caía por la frente como rizos del color
del carbón.
Se
dirigieron hacia una seta más grande que las demás la cual estaba a media hora
de camino. En el mercado compró especias y un rico dulce artesano tradicional
de Dulcemend, una torta rellena de pelo de ángel caramelizado. Cuando llegaron
a su destino una señora les abrió la pesada puerta y recibió a Lily con sus
fuertes brazos.
-Griselda
este es mi amigo Mark.
-Encantada
pequeñuelo-dijo con un acento un tanto extraño para el muchacho.
Las
sonrojadas mejillas de la mujer y su picudo
sombrero rojo le resultaron un tanto peculiares.
-Gris,
tenemos un largo viaje por delante podrías…
-Claro que
sí, Lil.
-Lily.
-Lil, Lily
qué más da, lo importante es que estas aquí-dijo feliz-¡Pasad, pasad! Os
preparare una taza de leche de cabra mientras mi marido los prepara para los
dos.
-¿Preparar
el que?-preguntó confuso.
-Ya lo
veras.
………………………………………………………………………………………………………………………………
Cruzaron la
puerta trasera a la casa y un zumbido ensordecedor hizo que se taparan los
oídos. Sus plumas azul añil y sus zonas turquesas hacían que brillaran con el
sol. Sus redondos y negros ojos les miraban, mientras giraban la cabeza y se
rascaban con su largo pico.
-Colibríes
gigantes.-gritó eufórico.
-¡Cumple tu
sueño y vuela, vuela alto!-gritó entusiasmada.
Se subieron
con cuidado y se agarraron fuertemente a las correar que los sujetaba al
animal.
-¡Tener
cuidado, llegareis al anochecer!-gritó Griselda con su acentuado acento de la
zona.
-Descuida-dijo
Lily entre risas y seguido de decir esto los colibríes despegaron veloces como
un rayo. El viento volaba su pelo casi blanco, lo cual la hacía sentirse
inmensa, oía los gritos de alegría de Mark, que volaba a su derecha. El zumbido
era menos irritante en el aire, nunca antes había volado tan rápido como en ese
momento. Esquivaron los troncos de los árboles que encontraban a su paso, las
hojas que caían hacia el suelo parecían jugar con ellos. Todo era precioso e impresionante,
sobre todo para Mark que no paraba de gritar “¡Soy el rey del mundo!” o algo
así.
………………………………………………………………………………………………………………………………
El
atardecer cubría el bosque rojo como el fuego. Llevaban horas volando y ya le
habían pillado el truco, a eso de dar giros bruscos y tirabuzones de vez en
cuando. A lo lejos se veía una gran torre que brillaba como la plata. Como si
fuera de cristal,
-¡Ahí está!
Lo hemos encontrado Mark.-gritó para que le escuchara.
Descendieron
y aterrizaron bruscamente cerca de la entrada, le volvió a coger de la mano y
esta vez los absorbió una esfera amarillenta. Cuando abrió los ojos, habían
vuelto a su tamaño normal. Tocaron la puerta gris decorada por ángeles plateados. Se abrió una
apertura por la cual aparecieron dos ojos.
-Vengo en
nombre de todas las hadas del bosque Fereo, vengo en busca de un objeto de gran
valor el cual necesitamos para continuar con las estaciones.
La
ventanita desapareció y la puerta comenzó a abrirse con un gran estruendo. Un
viejo elfo les hizo un gesto para que le siguieran. Caminaron por pasillos de
cristal, blanco brillante como la nieve.
El hombre se paró en seco y les indico una puerta. Entraron y se encontraron en
una sala llena de sillas y un gran
trono en medio. Se sentaron y apareció otro anciano elfo, el cual les pregunto.
-A que han
venido.
-Necesitamos
un objeto que nos han encomendado para que las hadas podamos seguir con el
ciclo del tiempo.
-Solo
alguien con el corazón puro puede adivinar cuál de estos tres frascos es.
Había tres
frascos, un frasco de plata con decorados azules, otro de oro con decorados de
plata y piedras preciosas, y un humilde tarrito de madera tallado con los
cuatro elementos en la tapa.
-Coge el de
oro, es de gran valor, como la importancia de su contenido- dijo Mark mirando
el frasco dorado.
La chica
contemplo el de madera, no creía que tuviera que ser lujoso ni caro, debía de
servir y punto, asique cogió rápidamente el frasco de madera. Y pudo ver la
sonrisa de aquel anciano antes de que una nube de polvo les envolviera y les
llevara hasta la cascada donde días antes había comenzado su camino. Cogió el
saco de su cinturón y echo los polvos contra la cascada lo que la abrió como
siempre. Corrió por las calles hasta llegar a la plataforma, la cual parecía
subir más lenta de lo normal.
-Lily tu
vestido.
La chica se
miró de arriba abajo, su vestido de hojas de roble había cambiado por uno de
seda y algodón. No quedaba mucho tiempo. Se abrieron las puertas y corrió hacia
el despacho de Caroline su jefa. Dejó el bote encima de la mesa rezando por que
fuera ese el que necesitaban.
-Rápido,
haga lo que tenga que hacer.
Caroline la
miró nerviosa y cogió la cajita de madera. Se encogió de hombros y salió
corriendo por la puerta.
-Quedan
quince minutos para que comience el invierno.
Lily tragó saliva
y notó la mano de Mark acariciando su hombro.
-Corre este
año no quiero quedarme sin navidad-le replicó sonriente.
-Y yo no lo
permitiré, porque soy tu hada madrina y te quedan dos deseos, princesa.-le respondió
con los ojos llenos de lágrimas y una amplia sonrisa
-Mi
siguiente deseo es corre, porque queda poco tiempo.
Lily
asintió y echo a correr detrás de Caroline que andaba veloz entre los pasillos
del departamento. Montaron en la plataforma y bajaron hasta la calle
apresuradamente. Solo les quedaban cinco minutos para llegar. La chica se repetía
una y otra vez; que ojalá fuera correcta la caja que había elegido.
-Tenemos
que llevar este contenido al gran roble del centro del pueblo.
Cuando
llegaron Caroline abrió una trampilla subterránea dejando así una entrada a un túnel
alumbrado por piedras mágicas. Corrieron escaleras abajo hasta llegar a una
sala donde había un gran reloj de arena
de unos 20 metros de altura
-Tienes que
verter este polvo en el reloj, si no lo hacemos pronto se agotara la arena y no
habrá nada para reponerlo, perderemos nuestros poderes y no habrá vuelta atrás.
Asintió y corrió
hacia aquel gigantesco objeto. Comenzó a escalar pero la superficie era resbaladiza
y se le hacía imposible. Miro hacia su derecha, había un muro de piedras y lo
escalo con la esperanza de que si saltaba sus alas volvieran a funcionar. Cogió
carrerilla y saltó cayendo al vació a una velocidad vertiginosa. Antes de
chocar contra el suelo sus alas reaccionaron y la elevaron hacia arriba. Voló hasta
la plataforma superior del reloj y corrió hacia una trampilla por la cual debía
verter el polvo. Alrededor estaban lo cuatro elementos grabados. Sacó la cajita
de su bolsillo y con las prisas resbaló y callo por la apertura. Lily trago saliva,
tan solo le cabía la mano. Cerró los ojos y un remolino amarillo la hizo
empequeñecer. Saltó y calló dentro de aquel objeto acristalado. Chocó contra
una duna de arena y volviendo a su tamaño real rebusco entre las pequeña
montaña de arena. Cuando encontró la caja la abrió y una luz cegadoramente
brillante de su interior. El cristal tembló y comenzó a girar haciendo que todo
le diera vueltas. Cuando abrió los ojos se encontró en la cima del roble del
centro. Se miró de arriba abajo, había cambiado por completo, sus pies calzaban
unos zapatos como el algodón. Su piel era pálida y su pelo blanco decorado con
copos de nieve resaltaba sus ojos morados. Su vestido de seda blanca decorada
con plumas la hacía parecer más joven. Un escalofrío le recorrió el cuerpo.
Algo frío había caído en su nariz respingona. Lo tocó con la punta de sus dedos
y noto algo aguoso. Miró arriba y miles de copos de nieve caían como pequeñas bailarinas
de ballet girando sobre sí.
-¡Hada
madrina, me debes un deseó!-gritó una voz desde abajó.
La chica se
echó a reír y bajó a toda prisa. Se abalanzó sobre el chico y le abrazó con
fuerza dejándole sin aliento. Le miro a sus profundos ojos llenos de alegría.
-¿Cuál es
el siguiente deseo?
-Eso lo
dejo a tu elección.
La chica lo
atrajo hacia sí y sus labios se juntaron en un beso lleno de ternura y amor. Un
beso que trasmitía lo que nunca había sentido por nadie.
-Menos mal
que lo has hecho tú por mí, sería demasiado directo pedírtelo como deseo- se
calló y le acaricio el pelo- Eres preciosa.
Y ella supo
en ese mismo momento, que no importaba que el fuera un humano y ella un hada,
porque lo amaba y que no era imposible que estuvieran juntos. Ya que nada era
imposible si tú lo deseas.
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