Bienvenido a mi blog

¡Hola bloggers! Soy una chica normal la cual a creado este blog para enseñaros mis novelas. Quiero enseñaros mis creaciones porque soy una amante de los libros, me hacen volar y viajar hacia miles de historias y quiero intentar trasmitir esa pequeña felicidad a otros lectores.
Subiré mi primera novela llamada <>, la cual espero que os guste. En los comentarios podreis hacer criticas y opiniones libres. También hare encuestas en las que podeis participar anonimamente.

Despues de decir esto, quiero añadir que me encantaria cumplir mi sueño de conseguir escribir un libro el cual pueda ser publicado, y me encantaria conseguirlo gracias a vuestro apoyo. Para ello necesito vuestra sincera opinión sobre lo que escribo, porque odio que me digan que algo esta bien si no es así.

Gracias por visitar mi blog.

sábado, 5 de octubre de 2013

*Luciérnagas de la noche*_Capitulo 1


La espesa niebla cubría la solitaria ciudad de Londres.  Los pequeños farolillos con su tenue luz apenas alumbraban el callejón. El sonido de sus tacones contrastaba con el silencio de la calle. Como un eco en una cueva, molesto e inquietante.  Notó un escalofrío al observar que a dos manzanas de allí se encontraría con Thomas, su compañero de investigación desde hace ya cuatro años. Hace unos días recibió una carta de Thomas en la que explicaba que había encontrado una prueba irrefutable para el caso Shade. También escribió que era urgente y que deberían encontrarse en una taberna alejada de las curiosas miradas de los londinenses. Debía dirigirse hacia la taberna de los Cuatro Soles en Wastdhon Street. Un lugar a las afueras del centro de la ciudad, muy poco apropiado para ir sola de noche.
El bajo de su vestido verde estaba mojado debido a los charcos que se formaron a causa de la lluvia, pero a ella no pareció importarle demasiado. Llevaba unos guantes color crema con bordados en las mangas. Tenía el cabello recogido por un moño que dejaba caer mechones rizados a ambos lados de su rostro. Su sombrero verde oscuro contrastaba con su dorado cabello,  el cual, resaltaba su cálida piel.
Caminaba lenta y elegantemente como siempre lo hacía. Con los cinco sentidos puestos a su alrededor no quitaba ojo al final de la calle. Se sentía intrigada y eso alimentaba sus ansias de llegar lo antes posible al punto de queda, pero debía mantener la compostura. Suspiró y una nube de vaho se elevó al cielo. Era una noche fría de primavera, las chimeneas pintaban con su humo sucio y negro el cielo nocturno. Se paró en seco y giró su cabeza hacia su derecha dejando a si sus brillantes ojos azules a la vista. Ahí estaba, la taberna de los Cuatro Soles. <<Un garito de mala muerte -pensó- típico de Thomas>>  Abrió la pesada puerta de madera y sonó una campanilla. Al entrar un intenso olor a tabaco inundó sus fosas nasales, lo que la hizo toser ligeramente. La luz amarillenta de las lámparas hacía ver el humo de los puros flotando en el ambiente. El local estaba abarrotado de gente. Grupos jugaban al póker, borrachos cantaban canciones marineras mientras mujeres ligeras de ropa reían y bebían con ellos. Risas, gritos, peleas y alcohol. Sobretodo alcohol. Pero ni rastro de su amigo. Se sentó en la barra mientras tamborileaba con sus delicados dedos la madera.
-¿Le pongo algo señorita?
La chica levantó la mirada. Era un viejo hombre de unos sesenta y cinco años. Con los ojos marrón apagado y el pelo cano. Tenía una cicatriz que le surcaba la sien izquierda. Estaba limpiando una jarra  con un trapo mientras la miraba con una sonrisa amarillenta.
-No, de momento nada-le respondió con una sonrisa amable- Estoy esperando a un buen amigo.
El camarero asintió con la cabeza  y fue a atender a otro cliente. Suspiro y comenzó a dibujar pequeños círculos con la llena de dedo índice.
-¿Qué hace una señorita tan hermosa en un antro como esté?
Esa voz que procedía de detrás suyo le hizo esbozar una pequeña sonrisa.
-Tom te dije que vendría-replico divertida.
-No lo dudé en ningún momento, Helen.
-Deberíamos sentarnos, hay demasiados oídos en este sitio ¿no crees?
-Tienes razón-dijo entusiasmado.
La agarró por el brazo y cruzaron  por la multitud hasta llegar  a unas escaleras de madera oscura.
-Ahí arriba es la zona más solitaria posible de toda la taberna, no pensé que habría tanta gente.
-Excelente Tom. Solo una sugerencia, la próxima vez elegiré yo el punto de queda.
Comenzó a subir las escaleras que crujían a su paso mientras oía la risa de Thomas. Cuando llegó arriba vio mesas de madera extrañamente distribuidas a ambos lados de las paredes. Lamparillas de gas colgaban tristemente del techo desprendiendo una luz casi apagada. El suelo estaba cubierto por una alfombra rugosa y de un tono granate anaranjado. Se sentaron en una de las mesas del fondo, en la que se seguía oyendo la fuerte música del piso de abajo. Helen paso el dedo por la mesa, estaba llena de polvo. Una mueca le surco el rostro.
-Sé que no  es el sitio más bonito que existe…
-Ni el más limpio- le interrumpió mientras le mostraba el dedo manchado de polvo.
-Pero podemos hablar tranquilos.
En eso tenía toda la razón pensó la chica. Thomas miró a ambos lados antes de empezar a hablar. Al volverse se encontró con la intensa mirada azul de la inspectora. Estaba ansiosa de que le contara todo lo que sabía. Entonces observó que Thomas se estaba sacando un objeto del bolsillo de su pantalón.
-Esto inspectora Brown es un pergamino, pero no es un pergamino cualquiera.
Lo apoyó encima de la mesa. Era un pergamino de color amarillento. Unos símbolos en el centro con unas palabras en otro idioma, seguramente latín. Un sol y una luna entrelazados entre sí debajo  de las sucesivas frases, además de unas inscripciones en los laterales, las cuales despertaron una gran curiosidad en la muchacha.
-¿Qué son las inscripciones de los laterales?
- De eso te he estado hablando estos últimos cinco minutos ¿me estabas escuchando?
-La verdad es que no- levantó la mirada.
-Como te iba diciendo he estado investigando sobre este pergamino sin muchos resultados, tan solo sé que es un hechizo. Magia negra. Lo que no entiendo es para que sirve, ni que significan las inscripciones de los laterales.
La inspectora se tiró hacia atrás en su asiento y le miró fijamente. Su rostro era como una máscara, no mostraba la rabia que sentía.
-Bien yo te diré lo que significan. Significan que hemos perdido tiempo estos últimos cuatro días por tu culpa.
Tom puso cara de sorpresa, como si le hubieran abofeteado.
-Si señor Collins ha oído bien. Si me lo hubieras enseñado el mismo día en el que lo cogiste del escenario del crimen ya sabríamos que significaba. Pero debido a tu incompetencia no lo has hecho y no hemos avanzado en absoluto.
-Puede que estés enfadada pero…
-¿Pero?-le interrumpió.
-El camarero es un buen amigo de mi padre, creo que puede ayudarnos con este rollo de papel que Emma Smith llevaba consigo cuando la asesinaron.
-Espero que sepa algo sobre esa pobre muchacha, no me decepciones dos veces Thomas.
-No lo hare inspectora.
-Hay muchas preguntas por resolver-dijo con voz cansada.
Thomas se levantó rápidamente de su asiento y pego un fuerte golpe a la mesa.
-Pues a que esperamos, demos la respuesta a todas esas preguntas-seguido de decir esto salió corriendo escaleras abajo.
Helen se sobresaltó ante la acción de este.
-¿A dónde se supone que vas?-gritó.
-El incompetente va a por respuestas-dijo entusiasmado.
-¡El camarero!-dijo en un murmullo apenas audible-Espérame-grito confusa.
La chica corría escaleras abajo con el vestido entre los puños. Le estaba pisando los talones. Thomas siempre ha sido más rápido que ella. Cuando ambos llegaron abajo se detuvieron en seco.
-Podrías haberme avisado con antelación de que ibas a ir corriendo escaleras abajo como un loco-se quejo jadeante.
-¿Estás perdiendo tus facultades, Helen?
-Yo no…
-Inspectora Brown, que agradable sorpresa.
Esa voz que le interrumpió hizo que se le rizaran los pelos de la nuca.
-No creo que pueda decir lo mismo Layton.
-No sea grosera querida…

La  chica lo fulminó con la mirada. La sonrisa fría de Layton le ponía los pelos de punta.
-¿Qué quiere?
-Si tanto le interesa quizá se lo cuente mientras tomamos una copa.
-Valla al grano Layton. No tengo toda la noche-le soltó con voz cortante.
-Bien, como usted desee, mi grupo de coleccionistas ha venido a buscar un objeto de gran valor cuyo nombre no le puedo decir.
<< ¿Coleccionistas?-pensó asqueada-sois simples piratas que harían lo que fuera por una gran suma de dinero. Tan solo unos ladrones. >> La chica vio por el rabillo del ojo a Tom escondiendo disimuladamente el pergamino en su bolsillo. Layton le miró y sonrió.
-Y ¿para qué quiere ese objeto?- pregunto Tom con una voz fría como el hielo.
-Eso a ti mocoso, no te incumbe.
El chico iba a abalanzarse sobre él pero Helen le agarró del brazo. Este se soltó bruscamente de la mano de la inspectora. Y se sacudió las mangas de su elegante camisa grisácea.
-Si me disculpan, tengo que arreglar unos asuntos de negocios.
Dio media vuelta y desapareció entre la multitud. Tom tenía los hombros tensos como la cuerda de un arco.
-Sucia rata de alcantarilla-mascullo entre dientes.
-No merece la pena-musitó.
-Dios, no deberías haberme parado-dijo enfurecido-lo único que se merece es un buen  puñetazo y una buena patada en los…
-¡Tom!-le interrumpió horrorizada-Puede que tengas razón pero tenemos cosas más importantes que hacer antes de malgastar nuestro tiempo con ese tipo de personas.
Tom soltó una risa irónica y se puso en marcha. Helen se ajustó el sombrero verde oscuro y camino detrás del chico dejando atrás las escaleras. Sentía un cosquilleo en la espalda, levanto la mirada vacilante y vio que alguien la observaba. Estaba apoyado en una columna. Su sombrero de copa no le permitía ver su rostro. Su abrigo negro resaltaba con su bufanda clara la cual, como era de esperar, le tapaba la parte inferior de su cara. De pronto la música dejó de sonar, las risas y gritos se apagaron y en su lugar empezó a oír susurros. Susurros que la llamaban y resonaban en su cabeza como las campanadas de una iglesia. Aquella persona seguía ahí, mirándola fijamente. Cada vez su nombre resonaba más fuerte, espectralmente distorsionado.  Helen, Helen…
-¿Helen?-la voz de Thomas la libero de los inquietantes susurros.
Helen volvió la cabeza hacia Thomas que la miraba preocupado, no pareció reaccionar, de nuevo volvió la mirada hacia la columna pero aquella persona había desaparecido. 
Cuando Thomas le toco el hombro se sobresaltó y pego un grito ahogado.
-¿Estas bien? Parece que has visto un fantasma.
-¿Lo has oído?-susurro.
-Helen solo oigo el alboroto de la música y los gritos-dijo mientras fruncía el ceño-¿Qué has oído tú?
La chica seguía mirando de frente,  incrédula.
-Da igual.
El ayudante se encogió de hombros y le agarró del brazo arrastrándola hacia la barra. La inspectora tuvo el impulso de mirar hacia atrás pero no vio nada. Seguía atónita ante lo que había sentenciado hace apenas unos segundos.
Cuando llegaron el camarero estaba organizando con agilidad todas las jarras y botellas en un pequeño estante. Thomas le soltó el brazo y apoyó la mano en su hombro.
-¿Cuánto tiempo hace que no te veía viejo cascarrabias?
El camarero se dio la vuelta entre risas.
-Thomas Collins. Que alegría volver a verte.
-Henry, esta es la inspectora Brown.
Helen le estrechó la mano amistosamente, todavía aturdida.
-Encantada de conocerle ¿señor?
-Señor Turner pero prefiero que me llamen Henry, tráteme de tu.
-A la inspectora y a mí nos gustaría hablar con usted, a solas.
Thomas y el camarero miraron a la vez hacia la derecha, la inspectora siguió su mirada hacia una puerta de roble decorada por serpientes  talladas a mano, entrelazadas entre sí.
-En que lio me has metido esta vez ¿Thomas?
El chico se rio descaradamente y le miro divertido.
-Te equivocas Henry, que poca confianza.



martes, 1 de octubre de 2013

*Luciérnagas de la noche*_Capítulo 3

7años antes
La madrugada fría de primavera comenzaba con los relajantes piares de los pájaros. La hierba del campo se movía al compás del agitar de alas de una mariposa que paso frente al arrollo. Las rosas y tulipanes parecían decorados con diamantes debido al rocío.  El viento soplaba desde el este y ondeaba su pelo rojizo como el fuego que acariciaba su delicado rostro. Sus finos labios cantaban una canción.
                  Tú, caballero con tu montura negra.
             Que cabalgas por el cielo.
                   En busca de tu princesa.
              Que en la torre descansa con nostalgia…
Cortó una rosa con sus tijeras de plata y la lanzó al agua. Sus ojos color miel contemplaron como una mariposa la cual había visto segundos antes se posaba en un pétalo de la flor.
         Lanza una rosa marchita al vuelo.
               Dulce caballero recógela con deseo
         Que sin sorpresa…
-…ella la aceptara con un te quiero.
No pareció sorprenderse. Seguía sentada en el jardín mirando la corriente del arroyo.
-Á llegado una carta para ti.
Su hermana la dejó a su lado y por el crujir de la hierba la muchacha dedujo que había vuelto a casa. No quiso comprobarlo ya que estaba muy cómoda apoyada en aquel robusto árbol.
          Con tan solo un te quiero caballero.
             Abrirás, todas las puertas del cielo.
Cogió la carta y contempló el sello de cera de la apertura. Era una espada en forma de T con una serpiente en forma de S. Theon Smith

Mí querida Emma:
He estado pensando mucho en tu hermana y tú estos últimos meses. Por eso debo pediros que vengáis a Londres con migo. En el sobre tenéis dos pasajes para el barco que os traerá aquí. En el puerto habrá un carruaje negro esperándoos. Tan solo tenéis que decir vuestros nombres y ellos os llevaran hasta vuestro nuevo hogar.
 Creerme Londres es un lugar con un gran encanto.  Sé que  echareis de menos Nueva York pero vuestro viejo padre está enfermo y quiere pasar lo que le queda de vida con sus preciosas hijas.
        Theon Smith.

Emma se levantó de la hierba y cogió los pasajes del barco. Entró en la casa de madera del bosque y cruzó el pequeño pasillo hasta llegar al salón. Le entregó la carta y las entradas a su hermana que estaba contemplando el fuego de la pequeña chimenea.
-¿Qué es esto Emma?
-Es una carta de padre.
Su hermana cogió la carta y la leyó en menos de lo que canta un gallo. Después la arrugó y la arrojó al fuego.
-Ve a tu cuarto y haz las maletas.
-¿Qué?
-Nos mudamos a Londres- murmuró.

A la mañana siguiente las dos hermanas estaban contemplando el puerto. Era una mañana fría y la humedad de la brisa marina hacia que a Emma se le rizara el pelo bajo su sombrero negro con plumas de cuervo. Su vestido azul marino con bordados blancos resaltaba su pálida piel. Su hermana vestía un viejo vestido de su madre, amarillo anaranjado que resaltaba con su sombrero negro con dos rosas blancas. En sus ojos color caramelo se veía reflejado el gran barco de vapor que tenían delante.
-Es impresionante.-dijo para sí misma sin dejar de mirar lo que tenía delante.
-Perdonen señoritas ¿les ayudo con el equipaje?
Miró hacia su izquierda y vio un joven no mucho más mayor que ella. Con el pelo despeinado y con un uniforme rojo con hombreras negras. Y una gorra la cual a Emma le resulto peculiar. Su hermana lo miró de arriba abajo y le mostro una sonrisa falsa.
-Tenga sumo cuidado con su contenido, si llega a sufrir algún daño haré que lo pague caro.
El chico tragó saliva y Emma pudo ver en sus ojos verdes la palabra miedo escrita en mayúsculas. El muchacho cogió temeroso las cuatro maletas y las subió por la rampilla de madera que unía el barco con el muelle. Emma se preguntaba  por qué su hermana había sido fría con aquel chico, y por qué necesitaba llevar tres maletas para meter los pocos vestidos que tenía. Y encontró una respuesta.
-¿Has traído ese estúpido libro?- masculló enfadada.
-De verdad, ojala aprendas a valorar más el don con el que has nacido, hermanita.
Le fulminó con la mirada pero no pareció importarle. Emma sabía que cuando su hermana era cruel no había nadie que la superara, era como su madre. Subieron por aquella rampa la cual estaba muy alta y al llegar arriba su hermana fue directa hacia el camarote. Contempló como se alejaba y se alivió.
-La popa es un lugar precioso en el amanecer, y si te gusta el anochecer, ve a la proa.
La chica se sobresaltó y miró por encima de su hombro. Era el chico que les había subido las maletas.
-Bueno, teniendo que soportar a ella yo también querría estar solo.
-Mi hermana es buena persona solo que no tiene buen día.
La verdad es que desde que su padre se fue a Londres ella se sentía más sola que nunca.
-Me llamo Tim Serna ¿y usted?
-Emma, Emma Smith.
 Le estrechó la mano pero esté en vez de estrechársela la cogió delicadamente y la besó. La chica se sorprendió, nunca antes se había presentado así con nadie.
-Encantado, pero ahora debo ir a trabajar, no podemos quedarnos en tierra si queremos ir a Londres.
Se dio la vuelta y camino hasta entrar  por una puerta en la que se leía “Solo empleados”. La chica suspiró y se sentó en la popa como le había dicho Tim. Era cierto, se veía el cielo pintado de morado, naranja y azul.  Un humo sucio empezó a elevarse hacia arriba. No había ni una sola nube a la vista. Una multitud de personas se despedían de sus seres queridos con pequeños pañuelos de color blanco. Miró a través de la barandilla, olas  se movían tranquilas, el agua brillaba con el sol, y hacia que el reflejo se viera naranja. Levantó la cabeza, ahora las personas eran pequeñas manchas de colores que se dispersaban para volver a casa. Contempló como se alejaba de su hogar, de su casa, de su pasado. Una cálida lágrima bajó por su mejilla. Odiaba llorar, se quitó la  diminuta lágrima con la manga de su vestido y miró de nuevo hacia el agua, pero esta vez se fijó en el movimiento de las olas, en su color, en la brisa y el sol. Pronunciando así las palabras <<Ritz aqua ret bona>> levantó los brazos y varios delfines salieron a la superficie, delfines de agua cristalina que brillaba como miles de diamantes gracias al sol, jugando y mezclándose con la espuma que dejaba el barco a su paso. Se apoyó sobre la barandilla con ambos brazos y comenzó a cantar.
   Marinero de agua dulce.
           Sigue tu sueño de cabalgar sobre el océano.
   Oh pequeño tripulante
            Contempla los delfines saltar en el horizonte
   Donde más haya, de la tormenta y el largo viaje
          Solo hay aventura

   Y ganas de vivir.

lunes, 30 de septiembre de 2013

*Luciérnagas de la noche*_Capitulo 2


Henry les abrió una puerta trasera al edificio. Al entrar Helen sintió un escalofrío. Hacía frío y era un lugar húmedo. Decorado con grandes sillones de estampados florales que rodeaban una pequeña mesa de té.  En la pared se situaba una chimenea de piedra y sobre la repisa de mármol  había  colocados trofeos de caza y viejos recuerdos. Había muebles de roble elegantes con velas de color blanco en varios de ellos. Era un lugar acogedor en comparación con lo que había visto antes. Podría bastar para sentirse cómoda, pensó al contemplar aquello. Tom ayudó al camarero a encender la chimenea. Helen se quitó el sombrero y lo apoyó sobre su regazo. Tom  se lo regalo cuando resolvieron el caso Court Road. A Helen le encantaba aquel sombrero verde, era sencillo y lleno de buenos momentos.
-¿Quieren un poco de té?-propuso Henry educadamente.
Thomas contestó por los dos y el camarero se adentró a lo que parecía ser la cocina. Helen se intentó acomodar lo más correctamente posible en aquel duro sillón de tela, pero el corsé se lo impedía. Cuando por fin logró acomodarse se quedó mirando hacia el fuego de la chimenea. Contemplando las acogedoras llamaradas que ondeaban como las olas del mar y acunaba la habitación con el crujir de la madera al romperse.
-¿En qué piensa señorita Brown?-le preguntó Thomas-Hoy está muy rara.
La chica pestañeó y se giró hacia él con los ojos entrecerrados.
-Thomas Collins cuantas veces te he dicho que me llames inspectora y no señorita-le preguntó.
-Los cuatro años que llevamos investigando juntos, inspectora.
Helen entreabrió la boca para responderle pero se abrió la puerta de la cocina y entró Henry con una bandeja en la mano. La colocó encima de la mesa que tenían delante. Helen cogió una taza blanca decorada con unas pequeñas flores celestes y vertió en  ella leche y dos cucharitas de miel. Pego un sorbo y comprobó que era dulce como a ella le gustaba. Igual que el que su abuela Emily le enseño a hacer cuando ella era pequeña. Sintió un nudo en la garganta. Hace una semana que murió, y con su muerte se fue la única familia que le quedaba. Apoyó la taza sobre un platito de porcelana que llevaba en su mano izquierda y se liberó de esos dolorosos recuerdos.
-Bien señor Turnen, perdón, Henry.-se corrigió al momento- Tenemos varias preguntas en las cuales podría sernos de gran ayuda.
-Lo que quiere decir viejo amigo es que debe decirnos todo lo que sabe de Emma Smith.
-No conozco a ninguna Emma Smith.
La inspectora lo miró seriamente y descubrió que había algo en su mirada que lo delataba. ¿Qué podría ocultarnos, que no debía decir?
-¿Nos está ocultando algo, Henry?- preguntó con paciencia.
 -¡No!-dijo pero la voz le fallaba. La taza temblaba entre sus gruesas manos, la apoyó en la mesa cautelosamente para que no cayera al suelo. Helen se preocupó, ¿que le daba tanto temor a contar a este hombre?
-Henry- dijo Tom dulcemente- Por favor dinos todo lo que sabe sobre esa muchacha. Fue asesinada el 8 de abril, hace cuatro días exactamente. Tan solo necesitamos información para hacer justicia a su muerte.
-Henry, si  nos miente no le servirá de nada.-aclaró la chica resumiendo.
El camarero se puso la mano en el cuello y mirá a la pareja con ojos nerviosos.
-¿Que quieren que les diga?
-Todo lo que sepa sobre ella.
El camarero miró a su alrededor y empezó a relatar todo lo que conocía.
-La señorita Smith era una bruja traída desde el infierno. Eso es lo que se rumoreaba en Wastdhon Street. Decían que invocaba demonios traídos desde el mismo submundo. Magia negra.- este escupió las últimas palabras- Se merecía morir, puso en peligro a Londres con sus estúpidos conjuros.
-Nadie merece morir, por terrible que sea su pecado.
-Pues quien la mato debía tener alguna razón para hacerlo.
La chica notó que Thomas se tensaba mientras tocaba el pergamino de su bolsillo.
-¿Tenia familia?
-Si lo que se dice es cierto, tiene una hermana. Vive en una ciénaga en la profundidad del bosque, el lugar lo marcan dos árboles torcidos.- dijo con voz fría- Malditas brujas…frías y letales-mascullo.
Todo esto sonaba a cuento de niños. Ciénagas en el bosque, por favor que disparate. Helen no creía ni en brujas, ni en nada que tuviera relación con ellas.  << ¿Brujas? eso son cuentos de hadas-pensó convencida. >>
-¿Sabe algo sobre este pergamino?- preguntó Thomas lanzándolo a la mesita. Una mueca de horror se apoderó del rostro del hombre.
-Por el diablo, apartaros. Apartar eso de mi-gritó como un loco- ¿De dónde habéis sacado eso?
Los dos compañeros  se sobresaltaron ante el comportamiento extraño de Henry.
-Pero que…-susurro Tom.
-Habéis  traído la maldición con vosotros, insensatos…
-Helen…-la llamo en un murmuro.
-Sh-le tapó la boca a Thomas sin ni siquiera mirarle lo único que necesitaba en esos momentos era saber a qué se enfrentaban.
-Ese conjuro es indestructible, esta forjado con la sangre del demonio Shatless.  Ni el mismo fuego puede quemar ese papel.
-Pues comprobémoslo.
Cogió el papel y vaciló antes de arrojarlo al fuego. Ojalá Henry no se confunda y no devoren las llamas la única prueba que tenemos, pensó preocupa, ya que ella no creía en esas historias.
Los ojos de Henry la miraban con horror, sus marrones y oscuros ojos le hacían sentirse como si estuviera loca. Miró a Thomas en busca de apoyo pero este estaba mirando fijamente al fuego. Su rostro estaba pálido como el papel lo que le daba un color más oscuro a su negro pelo. En sus ojos grises se veían reflejadas las ascuas, como si fueran pequeñas olas anaranjadas en un atardecer a la orilla del Támesis.  Helen se volvió ¿qué podía haber puesto tan blanco a Thomas? Entonces lo vio, el fuego se había teñido de  un color verde azulado. Como algas ardientes se movían aquellas extrañas llamas.  El pergamino estaba al rojo vivo, como el metal candente de los herreros. La inspectora se quedó con la boca abierta y pestañeo unas cuantas veces antes de asimilar que lo que ocurría delante de ellos en ese mismo momento, era cierto. <<Pero si es imposible-pensó desconcertada- la magia no existe>> Se arrodilló ante el fuego, no trasmitía calor. Era como si se hubiera vuelto frío como la nieve. Eso era de locos, todo el mundo sabe que esto no es posible, subrealista e imposible.
-Thomas-dijo firme,  pero el chico no le respondió, seguía mirando al frente-¿Thomas?
Su mirada era vacía, no pestañeaba. Era como si lo hubieran paralizado. Se volvió hacia Henry y este también la miraba con ojos vacíos.  Parecían haber visto un fantasma. Helen no estaba para dramatismos, ni mucho menos. A sí que se desprendió de su guante derecho dejando así su mano desnuda al descubierto. Cogió el guante y golpeó con fuerza  la cara de Thomas haciendo que resonara un sonido seco.
-¡Ay!-se llevó la mano a la cara y la miró desconcertado-Pero qué demonios te…
-Cállese Collins-le interrumpió firme-Deberías darme las gracias, te e liberado de una especie de trance extraño.
Señaló con el brazo a Henry que seguía mirando hacia delante, inmóvil, como si no hubiera un mañana.
-Ve a lo que me refería.
Cogió de nuevo el guante y cuando fue a abofetear a Henry  Tom le agarró del brazo.
-¿Crees que le sentará bien que lo abofeteen con un guante?
-Lo que creo es que debe estar consciente cuando le interroguemos. O piensas estar aquí sentado mientras el mira vete a saber dónde.
Helen se liberó de su brazo y se dispuso a darle en la cara pero antes de golpear su mejilla este levantó un brazo y agarró con fuerza su muñeca. La chica soltó un pequeño grito e intento liberarse, pero le agarraba muy fuerte, tan fuerte hasta el punto en el que empezó a dolerle. El rostro de Henry se volvió hacia la muchacha. Helen pudo ver que sus ojos marrones se habían cambiado por completo en un negro azabache. Su piel había quedado tan pálida que llego a un tono casi azulado.
-¡Cuidado inspectora! Algo terrible se avecina, en el próximo eclipse. ¡Cuidado!-le apretó más la muñeca-Ocurrirá muy pronto.
-¿Qué, que pasará?
-Cuando los mundos choquen, la profecía se cumplirá.
Henry se volvió hacia la puerta y abrió más los ojos.
-Están aquí, han venido. Ellos han venido en busca del Shatyud.
-¿Qué es el Shatyud? ¡Reacciona! -Helen le abofeteo la cara y se hizo daño en la mano.- ¿Quiénes están aquí?-dijo perdiendo la paciencia y ajitando la mano dolorida.
-Es inútil-dijo una voz de detrás suyo- no nos va a contestar.
Helen soltó una maldición mientras se desprendía de la fuerte mano de Henry. Le había dejado la marca de los dedos el muy bruto.
-Coge el pergamino-le ordenó a Tom.
-¿Qué? Ni lo sueñes esa cosa esta maldita.
-Tu hazlo-ladró enfadada lo que hizo que el chico fuera corriendo hacia la chimenea.
Henry seguía gritando lo mismo una y otra vez mientas ella lo miraba horrorizada. Sintió una punzada y una mueca de lastima.
-¿Crees que volverá a ser el mismo?-preguntó preocupada.
-Después del bofetón que le has dado seguramente se haya quedado tonto para siempre.
-Thomas lo digo en serio.
Se giró hacia él mientras recogía el guante del suelo. Thomas estaba cogiendo temeroso el papel, no sabía que ocurriría si lo tocaba o se acercaba a él.
-No lo sé Helen, no estoy seguro de que va toda esta sanda de historias.
Esta fue hacia él y metió la mano desnuda en el fuego agarrando el papel con el puño.
-¿Helen te has vuelto loca?
-Sh…no quema-susurró tranquilizándole-esta frío.
Levantó el papel y lo dejo en el suelo. Había unas palabras rojizas escritas en los laterales. Helen juraba que antes no estaban ahí.
-¡ESTAN AQUÍ!-gritó de repente Henry. Y antes de que los dos jóvenes se dieran la vuelta la puerta cayó de golpe con un gran estruendo.
Thomas y ella se levantaron a la vez. Una nube de polvo y yeso flotaba en el aire. Helen entrecerró los ojos y contempló unas figuras humanas. Thomas ya tenía la mano bajo el chaleco listo para  desenfundar su pistola. Ella esperaba no tener que utilizar la suya, matar no era lo que se dice agradable. Un silbido  pasó a unos milímetros de su oreja. Se dio la vuelta y vio una flecha clavada en la manzana de un cuadro.
-¿Flechas? Qué clase de…
Otro silbido interrumpió la frase de Tom. Los dos compañeros instintivamente se tiraron al suelo. La flecha se clavó donde antes debía de estar el pecho de Thomas. Otro silbido. Helen rodo hasta un sofá y la flecha se le clavo en un lateral del vestido. La joven arranco  la flecha y contemplo el agujero que tenía su vestido verde. Soltó una maldición, cogió la pistola y la apoyó contra el suelo mientras comprobaba si la nube se había dispersado. Un disparo rompió un jarrón de porcelana blanca a pocos centímetros de Henry.
-¡Henry!-gritó, se había olvidado completamente de él- Tom hay que salir de aquí.
Helen se levantó y una bala atravesó su sombrero. Empezó a correr hacia el camarero. Otro balazo. Esta vez se clavó por donde ella había pasado. El corazón le latía a mil por hora, esa bala podría haberle dado de lleno en la cabeza. Otro silbido, una flecha rozo su mejilla. Se tiró al suelo y rodo hasta donde estaba Henry. La muchacha le agito bruscamente por los hombros y esté pestañeo, haciendo que sus ojos volvieran a su color marrón apagado de siempre.
-Gracias a Dios.
-Que ha pasado…
Una bala rompe una taza de porcelana y miles de trozos caen al suelo.
-Mi porcelana-dijo enfadado.
-No tenemos tiempo de salvar tu porcelana, Henry hay que salir de aquí.
-Por esa puerta podemos salir a la taberna-señaló una puerta de madera con un pomo con tres serpientes entrelazadas.
-Solo hay un problema.
-¿Cuál?-gritó horrorizada.
-Hay diez llaves y no sé cuál es la buena.
- Lo que nos faltaba-resoplo-no tenemos toda la noche Henry.
Otro silbido. Se tiró al suelo y Henry con ella. Un grito de dolor sonó en la estancia. Un grito familiar, que has oído antes o simplemente reconoces esa voz que ha estado a tu lado cuatro años de tu vida. Le recorrió un escalofrío y noto que las rodillas le temblaban.
 -¡Thomas!-gritó y sintió que su voz se quebraba.