Henry les abrió una puerta trasera al edificio. Al entrar Helen sintió
un escalofrío. Hacía frío y era un lugar húmedo. Decorado con grandes sillones
de estampados florales que rodeaban una pequeña mesa de té. En la pared se situaba una chimenea de piedra
y sobre la repisa de mármol había colocados trofeos de caza y viejos recuerdos.
Había muebles de roble elegantes con velas de color blanco en varios de ellos.
Era un lugar acogedor en comparación con lo que había visto antes. Podría
bastar para sentirse cómoda, pensó al contemplar aquello. Tom ayudó al camarero
a encender la chimenea. Helen se quitó el sombrero y lo apoyó sobre su regazo. Tom
se lo regalo cuando resolvieron el caso
Court Road. A Helen le encantaba aquel sombrero verde, era sencillo y lleno de
buenos momentos.
-¿Quieren un poco de té?-propuso Henry educadamente.
Thomas contestó por los dos y el camarero se adentró a lo que parecía
ser la cocina. Helen se intentó acomodar lo más correctamente posible en aquel
duro sillón de tela, pero el corsé se lo impedía. Cuando por fin logró
acomodarse se quedó mirando hacia el fuego de la chimenea. Contemplando las
acogedoras llamaradas que ondeaban como las olas del mar y acunaba la habitación
con el crujir de la madera al romperse.
-¿En qué piensa señorita Brown?-le preguntó Thomas-Hoy está muy rara.
La chica pestañeó y se giró hacia él con los ojos entrecerrados.
-Thomas Collins cuantas veces te he dicho que me llames inspectora y no
señorita-le preguntó.
-Los cuatro años que llevamos investigando juntos, inspectora.
Helen entreabrió la boca para responderle pero se abrió la puerta de
la cocina y entró Henry con una bandeja en la mano. La colocó encima de la mesa
que tenían delante. Helen cogió una taza blanca decorada con unas pequeñas
flores celestes y vertió en ella leche y
dos cucharitas de miel. Pego un sorbo y comprobó que era dulce como a ella le
gustaba. Igual que el que su abuela Emily le enseño a hacer cuando ella era
pequeña. Sintió un nudo en la garganta. Hace una semana que murió, y con su
muerte se fue la única familia que le quedaba. Apoyó la taza sobre un platito
de porcelana que llevaba en su mano izquierda y se liberó de esos dolorosos
recuerdos.
-Bien señor Turnen, perdón, Henry.-se corrigió al momento- Tenemos
varias preguntas en las cuales podría sernos de gran ayuda.
-Lo que quiere decir viejo amigo es que debe decirnos todo lo que sabe
de Emma Smith.
-No conozco a ninguna Emma Smith.
La inspectora lo miró seriamente y descubrió que había algo en su
mirada que lo delataba. ¿Qué podría ocultarnos, que no debía decir?
-¿Nos está ocultando algo, Henry?- preguntó con paciencia.
-¡No!-dijo pero la voz le
fallaba. La taza temblaba entre sus gruesas manos, la apoyó en la mesa
cautelosamente para que no cayera al suelo. Helen se preocupó, ¿que le daba
tanto temor a contar a este hombre?
-Henry- dijo Tom dulcemente- Por favor dinos todo lo que sabe sobre
esa muchacha. Fue asesinada el 8 de abril, hace cuatro días exactamente. Tan
solo necesitamos información para hacer justicia a su muerte.
-Henry, si nos miente no le
servirá de nada.-aclaró la chica resumiendo.
El camarero se puso la mano en el cuello y mirá a la pareja con ojos
nerviosos.
-¿Que quieren que les diga?
-Todo lo que sepa sobre ella.
El camarero miró a su alrededor y empezó a relatar todo lo que
conocía.
-La señorita Smith era una bruja traída desde el infierno. Eso es lo
que se rumoreaba en Wastdhon Street. Decían que invocaba demonios traídos desde
el mismo submundo. Magia negra.- este escupió las últimas palabras- Se merecía
morir, puso en peligro a Londres con sus estúpidos conjuros.
-Nadie merece morir, por terrible que sea su pecado.
-Pues quien la mato debía tener alguna razón para hacerlo.
La chica notó que Thomas se tensaba mientras tocaba el pergamino de su
bolsillo.
-¿Tenia familia?
-Si lo que se dice es cierto, tiene una hermana. Vive en una ciénaga
en la profundidad del bosque, el lugar lo marcan dos árboles torcidos.- dijo
con voz fría- Malditas brujas…frías y letales-mascullo.
Todo esto sonaba a cuento de niños. Ciénagas en el bosque, por favor
que disparate. Helen no creía ni en brujas, ni en nada que tuviera relación con
ellas. << ¿Brujas? eso son cuentos
de hadas-pensó convencida. >>
-¿Sabe algo sobre este pergamino?- preguntó Thomas lanzándolo a la
mesita. Una mueca de horror se apoderó del rostro del hombre.
-Por el diablo, apartaros. Apartar eso de mi-gritó como un loco- ¿De
dónde habéis sacado eso?
Los dos compañeros se sobresaltaron
ante el comportamiento extraño de Henry.
-Pero que…-susurro Tom.
-Habéis traído la maldición con
vosotros, insensatos…
-Helen…-la llamo en un murmuro.
-Sh-le tapó la boca a Thomas sin ni siquiera mirarle lo único que
necesitaba en esos momentos era saber a qué se enfrentaban.
-Ese conjuro es indestructible, esta forjado con la sangre del demonio
Shatless. Ni el mismo fuego puede quemar
ese papel.
-Pues comprobémoslo.
Cogió el papel y vaciló antes de arrojarlo al fuego. Ojalá Henry no se
confunda y no devoren las llamas la única prueba que tenemos, pensó preocupa,
ya que ella no creía en esas historias.
Los ojos de Henry la miraban con horror, sus marrones y oscuros ojos
le hacían sentirse como si estuviera loca. Miró a Thomas en busca de apoyo pero
este estaba mirando fijamente al fuego. Su rostro estaba pálido como el papel
lo que le daba un color más oscuro a su negro pelo. En sus ojos grises se veían
reflejadas las ascuas, como si fueran pequeñas olas anaranjadas en un atardecer
a la orilla del Támesis. Helen se volvió ¿qué podía haber puesto tan
blanco a Thomas? Entonces lo vio, el fuego se había teñido de un color verde azulado. Como algas ardientes
se movían aquellas extrañas llamas. El
pergamino estaba al rojo vivo, como el metal candente de los herreros. La
inspectora se quedó con la boca abierta y pestañeo unas cuantas veces antes de
asimilar que lo que ocurría delante de ellos en ese mismo momento, era cierto.
<<Pero si es imposible-pensó desconcertada- la magia no existe>> Se
arrodilló ante el fuego, no trasmitía calor. Era como si se hubiera vuelto frío
como la nieve. Eso era de locos, todo el mundo sabe que esto no es posible,
subrealista e imposible.
-Thomas-dijo firme, pero el
chico no le respondió, seguía mirando al frente-¿Thomas?
Su mirada era vacía, no pestañeaba. Era como si lo hubieran
paralizado. Se volvió hacia Henry y este también la miraba con ojos
vacíos. Parecían haber visto un
fantasma. Helen no estaba para dramatismos, ni mucho menos. A sí que se
desprendió de su guante derecho dejando así su mano desnuda al descubierto.
Cogió el guante y golpeó con fuerza la
cara de Thomas haciendo que resonara un sonido seco.
-¡Ay!-se llevó la mano a la cara y la miró desconcertado-Pero qué
demonios te…
-Cállese Collins-le interrumpió firme-Deberías darme las gracias, te e
liberado de una especie de trance extraño.
Señaló con el brazo a Henry que seguía mirando hacia delante, inmóvil,
como si no hubiera un mañana.
-Ve a lo que me refería.
Cogió de nuevo el guante y cuando fue a abofetear a Henry Tom le agarró del brazo.
-¿Crees que le sentará bien que lo abofeteen con un guante?
-Lo que creo es que debe estar consciente cuando le interroguemos. O
piensas estar aquí sentado mientras el mira vete a saber dónde.
Helen se liberó de su brazo y se dispuso a darle en la cara pero antes
de golpear su mejilla este levantó un brazo y agarró con fuerza su muñeca. La
chica soltó un pequeño grito e intento liberarse, pero le agarraba muy fuerte,
tan fuerte hasta el punto en el que empezó a dolerle. El rostro de Henry se
volvió hacia la muchacha. Helen pudo ver que sus ojos marrones se habían
cambiado por completo en un negro azabache. Su piel había quedado tan pálida
que llego a un tono casi azulado.
-¡Cuidado inspectora! Algo terrible se avecina, en el próximo eclipse.
¡Cuidado!-le apretó más la muñeca-Ocurrirá muy pronto.
-¿Qué, que pasará?
-Cuando los mundos choquen, la profecía se cumplirá.
Henry se volvió hacia la puerta y abrió más los ojos.
-Están aquí, han venido. Ellos han venido en busca del Shatyud.
-¿Qué es el Shatyud? ¡Reacciona! -Helen le abofeteo la cara y se hizo
daño en la mano.- ¿Quiénes están aquí?-dijo perdiendo la paciencia y ajitando
la mano dolorida.
-Es inútil-dijo una voz de detrás suyo- no nos va a contestar.
Helen soltó una maldición mientras se desprendía de la fuerte mano de
Henry. Le había dejado la marca de los dedos el muy bruto.
-Coge el pergamino-le ordenó a Tom.
-¿Qué? Ni lo sueñes esa cosa esta maldita.
-Tu hazlo-ladró enfadada lo que hizo que el chico fuera corriendo
hacia la chimenea.
Henry seguía gritando lo mismo una y otra vez mientas ella lo miraba horrorizada.
Sintió una punzada y una mueca de lastima.
-¿Crees que volverá a ser el mismo?-preguntó preocupada.
-Después del bofetón que le has dado seguramente se haya quedado tonto
para siempre.
-Thomas lo digo en serio.
Se giró hacia él mientras recogía el guante del suelo. Thomas estaba
cogiendo temeroso el papel, no sabía que ocurriría si lo tocaba o se acercaba a
él.
-No lo sé Helen, no estoy seguro de que va toda esta sanda de
historias.
Esta fue hacia él y metió la mano desnuda en el fuego agarrando el
papel con el puño.
-¿Helen te has vuelto loca?
-Sh…no quema-susurró tranquilizándole-esta frío.
Levantó el papel y lo dejo en el suelo. Había unas palabras rojizas
escritas en los laterales. Helen juraba que antes no estaban ahí.
-¡ESTAN AQUÍ!-gritó de repente Henry. Y antes de que los dos jóvenes
se dieran la vuelta la puerta cayó de golpe con un gran estruendo.
Thomas y ella se levantaron a la vez. Una nube de polvo y yeso flotaba
en el aire. Helen entrecerró los ojos y contempló unas figuras humanas. Thomas
ya tenía la mano bajo el chaleco listo para
desenfundar su pistola. Ella esperaba no tener que utilizar la suya,
matar no era lo que se dice agradable. Un silbido pasó a unos milímetros de su oreja. Se dio la
vuelta y vio una flecha clavada en la manzana de un cuadro.
-¿Flechas? Qué clase de…
Otro silbido interrumpió la frase de Tom. Los dos compañeros
instintivamente se tiraron al suelo. La flecha se clavó donde antes debía de
estar el pecho de Thomas. Otro silbido. Helen rodo hasta un sofá y la flecha se
le clavo en un lateral del vestido. La joven arranco la flecha y contemplo el agujero que tenía su
vestido verde. Soltó una maldición, cogió la pistola y la apoyó contra el suelo
mientras comprobaba si la nube se había dispersado. Un disparo rompió un jarrón
de porcelana blanca a pocos centímetros de Henry.
-¡Henry!-gritó, se había olvidado completamente de él- Tom hay que
salir de aquí.
Helen se levantó y una bala atravesó su sombrero. Empezó a correr hacia
el camarero. Otro balazo. Esta vez se clavó por donde ella había pasado. El
corazón le latía a mil por hora, esa bala podría haberle dado de lleno en la
cabeza. Otro silbido, una flecha rozo su mejilla. Se tiró al suelo y rodo hasta
donde estaba Henry. La muchacha le agito bruscamente por los hombros y esté
pestañeo, haciendo que sus ojos volvieran a su color marrón apagado de siempre.
-Gracias a Dios.
-Que ha pasado…
Una bala rompe una taza de porcelana y miles de trozos caen al suelo.
-Mi porcelana-dijo enfadado.
-No tenemos tiempo de salvar tu porcelana, Henry hay que salir de
aquí.
-Por esa puerta podemos salir a la taberna-señaló una puerta de madera
con un pomo con tres serpientes entrelazadas.
-Solo hay un problema.
-¿Cuál?-gritó horrorizada.
-Hay diez llaves y no sé cuál es la buena.
- Lo que nos faltaba-resoplo-no tenemos toda la noche Henry.
Otro silbido. Se tiró al suelo y Henry con ella. Un grito de dolor
sonó en la estancia. Un grito familiar, que has oído antes o simplemente
reconoces esa voz que ha estado a tu lado cuatro años de tu vida. Le recorrió
un escalofrío y noto que las rodillas le temblaban.
-¡Thomas!-gritó y sintió que su
voz se quebraba.